Kioto al mediodía.
Hicimos
unos pocos pasos a la salida del templo Eikan-dō, buscando algún
lugar donde almorzar. Habíamos estado
caminando toda la mañana desde temprano y ya estábamos un poco
cansados, con un poco de calor y otro poco de hambre. No se
veían muchos negocios por ahí; apenas esas máquinas
expendedoras de bebidas que se encuentran en casi todos
lados, pero, claro, nosotros no íbamos a empezar la dieta
líquida justo ese día; queríamos sentarnos
tranquilos un rato a comer y a descansar.