La semana pasada me encontré con una amiga muy
querida.
Y muy divertida: S. es de las personas con las que
uno se ríe a carcajada limpia y sin pausa. Como cada vez que nos
encontramos, volví a casa riéndome de sus locurillas. Esta vez,
además, me traje el regalo de cumple que me tenía reservado.
Siempre da en la tecla con las cosas que elige; yo misma no
encontraría algo más lindo aunque me recorriera los cien barrios
porteños. Y ocurrió lo inevitable: estoy como un chico con juguete
nuevo.